La Ley de la Analogía
Tercera parte
Queridos amigos, Dios, el amor eterno, actúa como infinita gracia y misericordia en este mundo, en cada hombre. Más de uno dice: yo debo cargar con el efecto de las causas que produje, venga lo que venga. Otros dicen: no sé lo que quizás he hecho en vidas anteriores en el sentido positivo o negativo. Y otros dicen: yo estoy ciego y tengo que cargar con lo que antaño produje yo mismo. Queridos amigos, esto no es así. Dios el amor, os dio la ley de la analogía.
El hombre que se observa a sí mismo muy pronto se reconocerá a sí mismo, gracias a esta ley. Así que por la gracia del eterno, puedes reconocer dentro de ti las causas que todavía no han llegado a su efecto. O sea, que puedes arrepentirte de las causas, esto significa que puedes hacer penitencia y que serás perdonado. De esta manera la causa, que antaño se produjo, no llega a ser activa . Por eso reconoceos a vosotros mismos en la ley de la analogía.
Queridos amigos, aquí os doy algunos ejemplos para que logreís entender mejor esta ley divina.
Os encontráis con un conocido; os acercaís a él, a vuestro prójimo, con amabilidad. De repente, sentís que el conocido no tiene buenas intenciones con vosotros, que lo que lleva dentro de sí estalla ahora en él. Os reprocha vuestra falta de amor, os menciona faltas y debilidades. Él cree que mucha de las cosas que habéis hecho están mal. Ahora depende de vosotros como reaccionaís. Si estáis excitados, si os enfadáis intensamente con palabras y pensamientos, si se produce una disputa, si vosotros os defendéis, tenéis que pensar: aquí me reconozco a mí mismo. Mi prójimo sólo me dio el impulso para que me reconociera a mí mismo. Lo que me ha irritado en mí prójimo, lo mismo o algo parecido está todavía en mi persona. Él sólo tocó mis causas, mi propia analogía. En el mismo momento en que el prójimo viene hacia vosotros y os habla contrariamente, la ley de la analogía entra en vibración. Vosotros ya no podeís reteneros. Irritados devolvéis lo que actúa en vosotros.
Continúa...
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